Bashira, el terror del acido.

Cuando conocí a Bashira, vivía yo en Sevilla en el barrio de la Macarena en la C/ Escoberos. Ella tenia 18 años aproximadamente y estaba en España por un intercambio de estudiantes. Aunque era árabe, vestía a la manera europea, sus ojos tremendamente hermosos y muy azules, me recordaba a las fotos de algunas mujeres yazidis que veía en los noticieros durante la guerra de Irak, estaban llenos de vida y se iluminaban cuando sonreía.

A veces la veía sentada en el balcón del primer piso frente a mi casa pintándose las manos con henna, pero yo en esa época tenia cuarenta años y no me gustaba ser indiscreto por lo que procuraba no estar mucho tiempo mirándola.

En cierta ocasión, la vi discutiendo con un joven musulmán que fue a visitarla y la verdad es que el tono de esa discusión subía de manera alarmante. Continuamente el joven señalaba hacia mi balcón y por su tono alto que me llegaba a ráfagas, comprendí que le estaba recriminando que estuviera sentada en el balcón ante mis ojos y en un momento desapareció dentro de la vivienda para reaparecer enseguida con un burka en la mano insistiéndole que se lo pusiera.

Me dolía el espectáculo y me metí dentro de mi casa pero unos gritos desgarradores me hicieron salir de nuevo sin saber que pasaba y vi a la pobre muchacha tapándose la cara con las dos manos y gritando de dolor. Ese becerro tenia un bote de cristal en la mano y comprendí enseguida que la había rociado con acido la cara.

Yo llamé inmediatamente a emergencias y a la policía nacional que tardaron poco en llegar, pero antes que se presentaran vi a este hombre como la empujaba por el balcón y calló de espalda sobre un auto aparcado en la calle, el ruido de la chapa se fundió con el de los huesos de la muchacha rotos por la caída, jamás lo olvidaré.

Cuando salió del hospital, la vi de nuevo en el balcón envuelta en un burka negro que no dejaba ver nada de ella, pero en una ocasión en la que cruzaba el salón sin su burka, no pude reconocer su rostro lleno de cicatrices y su cabello que a mechones colgaba de su cabeza, jamás hubiera querido ver eso, pero lo ví...  

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